miércoles, 2 de abril de 2014

Lola



Lola levanta la cabeza y parece escuchar. Quizás nunca sepa que han pasado 3 años desde que llegó dentro de un sostén de una doctora cubana, que entonces le quedaba holgado. Tampoco recordará, seguramente, que fue un largo viaje en avión desde Venezuela el que le trajo a su nuevo hogar en Lajas. Parece más bien que vive su presente con plena felicidad, lejos de la humedad del río y el  resbalar de sus piedras.
Su dueña, María Manzano, comparte sus asombros con los chicos del barrio, incluso hasta los vecinos vienen a verla caminar sin miedos por la casa y reconocer a sus miembros.
Nada de "anormal" tiene por encima de sus hermanas y hermanos de especies. Su singularidad radica en la simpática amistad que ha hecho con este matrimonio lajero, que desde el primer día la miman y consienten como a un bebé.  
Y tal es así que cuando Lola, un morrocoy originaria de Suramérica, se esconde por los rincones de la casa, María la busca y su olfato de madre como ella misma afirma siempre la encuentra aunque esté debajo del escaparate, donde prefiere esconderse hasta que la descubre.

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